sábado, 14 de noviembre de 2015

La primera descarga de fusilería

Mi primer contacto con un arma de fuego operativa fue en el Cuartel de Instrucción de Marinería de Cartagena.  Nos dieron un fusil de asalto CETME de 7,62 sin balas a cada marinero y nos explicaron cómo teníamos que amartillar, apuntar y disparar. Tres sargentos se ocuparon de decirnos que al que se le ocurriera girarse en la formación y apuntar hacia los compañeros por accidente o no, recibiría un tiro de revolver en el acto, para lo cual nos lo enseñó cargado por si quedaba duda. Si había cualquier problema, había que mantener la posición y levantar el brazo para solicitar asistencia. Luego amartillamos y disparamos sin bala y escuchamos el clack, clack del CETME entre grandes sonrisas y testosterona fluyendo a raudales por nuestros cuerpos de 20 años.

Al día siguiente fuimos en formación al campo de tiro entre charlas, chistes, risas y bravatas. Al llegar nos situaron frente un gran terraplén con 10 dianas a unos 25 metros y formamos en hileras frente a las dianas. Los instructores nos dieron 10 cartuchos a cada uno y  nos volvieron a recordar que nada de girarse, que el fusil siempre hacia la diana y dispararemos en tiro simple y no en ráfagas. Y una advertencia más; no se trata de acertar sino de disparar las 10 balas sin flaquear. ¿Cómo? No lo entiendo, pero yo voy a acertar las 10, que para eso hemos venido.

Yo estaba en la primera fila. Cargamos las balas en el cargador y lo metimos en el CETME. El corazón se me aceleró mientras escuchaba las bromas de toda la brigada de 100 chavales esperando su turno.  Dieron de la orden de “CARGUEN” y amartillé el fusil. “APUNTEN” y bajé el fusil apuntando hacia la diana. “¡FUEGO!”…

Disparamos los 10 fusiles a la vez  y después del estruendo de esa primera descarga de fusilería se hizo el silencio más profundo que he sentido nunca. Volví mi cara hacia la derecha sin dejar de apuntar a la diana y vi caras se sorpresa y temor entre los que no tenían un fusil en las manos.  A los tres segundos los instructores volvieron a dar la orden de fuego  gritándonos que no nos quedásemos temblando ni "acarajotados". Seguimos disparando hasta 10 veces pero era evidente que varios lo hacían con los ojos cerrados. Los casquillos saltaban e incluso alcanzaban a algún presente y había mucho ruido y humo. Fueron 15 ó 20 segundos de completo estrés que tardamos en vaciar los cargadores.  Al finalizar la brigada estaba encogida, algunos con las manos en los oídos, en silencio sepulcral, sin bromas sin comentarios, con algunas caras de temor… Cuando dieron la orden de que se preparara la siguiente línea al menos 4 pidieron a sus compañeros retrasar su turno.

Las siguientes descargas, superada la sorpresa y miedo inicial ya fueron menos problemáticas  y a los 10 minutos se reanudaron las bromas y conversaciones entre el ruido de los disparos. Para los registros, creo que acerté al menos 4 veces la diana.  
Un chico se negó a disparar y recuerdo que imploró con lágrimas en los ojos que no le obligaran a hacerlo. También recuero que el suboficial al mando le dijo que no se preocupara, devolviera las balas y se retirara a esperar que finalizara el ejercicio. Luego le escuché comentar con los otros sargentos que obligarle a disparar era un peligro para el resto de marineros y que no merecía la pena ni el riesgo ni hacerle pasar ese mal rato al muchacho. ¡Bien por el sargento! Más adelante ese chico fue el encargado de la armería de mi cuartel de destino. Siempre tuvo todas las armas en perfecto estado pero no disparó jamás ninguna.

Todos estos recuerdos me han venido ante las preguntas que se hacen algunos sobre si serían capaces de disparar un arma en defensa de su familia, etc. Esta idea surge pensando en los atentados de Paris en los que hombres armados han asesinado a civiles desarmados por docenas hasta que has Fuerzas de Seguridad han terminado con ellos. Todos los testigos coinciden en que al escuchar disparos entraron en pánico y se tiraron al suelo o no supieron reaccionar. Evidentemente, matar es muy sencillo cuando alguien está armado y su víctima desarmada y desprevenida, pero tal vez se podrían salvar algunas vidas si estuviésemos mejor preparados para lo impensable. Y estaríamos mucho mejor preparados para resistir una situación de crisis si pasamos por la experiencia de la primera descarga de fusilería en un entorno controlado.


Si bien acepto que el Estado ejerza el monopolio de la violencia y el control sobre armas, es conveniente que todos conozcan los ruidos, sensaciones, etc. de una situación de crisis. Y para eso hay que conocer las armas aunque no nos gusten. 


jueves, 29 de enero de 2015

Lo de Grecia es muy sencillo

El otro día hablando de los temas de actualidad mi querido amigo @JuliusLFairfax me puso un ejemplo para explicar la situación de Grecia y la UE que no puedo resistirme a contarles con ciertas libertades líricas. Imaginen la siguiente conversación entre Julius y yo:

Julius: Oye Liber, que este mes voy fatal de dinero y necesitaría que me prestaras 1.000€ para salir del paso.

Liber: ¡Pues claro amigo, aquí los tienes! Si puedes me los devuelves antes de verano que los necesitaré para una obra en casa.
(dos meses más tarde)

Julius: Oye Liber, mira lo que me ha pasado. Resulta que mi tele era muy pequeña y estaba bastante vieja  y con el dinero que me prestaste compré un televisor nuevo y estupendo que me costó 1.500€. He estado echando cuentas y sigo yendo pegadísimo de pasta así que me temo que no te voy a poder devolver los 1.000€. Tío, de verdad que lo siento.

Liber: Pero… pero… ¿no necesitabas el dinero para salir del apuro ese mes? No lo entiendo.

Julius: Bueno, es que otro amigo me prestó un poco más con lo que pude pagar los gastos corrientes y tenía que resolver el asunto de la tele vieja. Por cierto, que lo pagué con tarjeta y me va a llegar el cargo este mes y me faltan 500€ ¿Me los podrías prestar?

Liber: Pues no sé… los 1.000€ que no me vas a devolver me impiden hacer la obra y ahora ¿500 más? Mira no. Paso.

Julius: ¡Macho, que mal amigo! Yo necesito la pasta y tú no me ayudas… Por cierto, qué color rojo – morado te está subiendo a la cara. Yo me lo haría mirar.

En fin, que Julius me perdone la licencia poética de ponerle a él como Grecia, pero ¿A que se entiende muy bien?
A todos los defensores de los impagos de la Deuda y de las deudas yo les hago las siguientes preguntas (que bajo mi punto de vista son retóricas)
  •           ¿Quién obligó a Grecia a endeudarse  por dos veces el valor de su PIB?
  •           ¿Quién obligó a los gobiernos griegos a no invertir esos fondos en economía productiva e infraestructuras en vez de gastarlo repartiéndolo entre funcionarios, amiguetes y votantes?
  •           Si no devuelven las ingentes cantidades de dinero gastado ¿Quién puede obligar a la UE a prestarles más?
  •           ¿Quién es el culpable de un impago? ¿El prestamista o el prestatario?

Lo de Grecia es muy fácil; se les dejó un dinero que ellos pidieron para gastarlo en comprar votos en vez de mejorar el país. Se acostumbraron a que había un grifo abierto permanente sobre el que no había que dar explicaciones. El maná del cielo. Y cuando llegó el momento de pagar la cuenta vienen las lamentaciones.

Pues bien, los griegos como personas me dan mucha lástima y comprendo su aflicción pero como país están sufriendo lo que han cultivado. Por desgracia, la cosecha va a ser muy amarga.



sábado, 26 de octubre de 2013

Historia de dos rosquillas

Les quiero contar una historia de economía y cosas ricas para que vean que es fácil entender los problemas económicos con ejemplos diarios. Vaya por delante la moraleja de la historia: “La libertad económica y la libre competencia ponen a cada uno en su sitio y consigue mejoras para la sociedad”.

Hace algunas semanas se hicieron públicos los problemas económicos que tiene la empresa Panrico. Esta empresa como todos sabrán, es la que fabrica los donuts en España desde hace 50 años, es decir un clásico. Siempre recuerdo los donuts como una marca única, inamovible, sin competencia real. Tan es así, que el producto (la rosquilla glaseada) es reconocido por la marca. Nadie pide rosquillas, todos pedimos donuts. Nadie más que Panrico comercializaba los donuts salvo algún intento de industrias más pequeñas que no prosperaron.

En la máquina de vending de mi empresa siempre ha habido donuts y siempre me ha llamado la atención que el precio unitario es caro respecto a otros productos de bollería. Digamos que 0,9€ contra 0,5€ que valen otros pastelitos. Evidentemente, si ese es su precio y la gente los compra, es que el precio es bueno. Pero el hecho es que he visto varias veces al reponedor cambiando los donuts que no se venden y por tanto caducados, por otros frescos. Después de la noticia mencionada anteriormente los donuts han desaparecido de la máquina.

Hasta el otro día, en la que aparecieron en la máquina unas rosquillas (tipo donut) de la marca Dulcesol, a 0,45€. Los primeros comentarios que escuché era que esos donuts no eran “los de verdad”, que “los ricos son los de verdad”, etc. Y yo que tiendo siempre a probar cosas nuevas, compré uno y les aseguro que noté poca diferencia, aparte del precio y la marca. Los señores de Dulcesol han ganado un cliente. Al poco, más personas los estaban consumiendo. Por desgracia y debido a mi tendencia a engordar no puedo seguirles.

Como decía al principio, hay que extraer algunas enseñanzas de este hecho tan sencillito y nimio que les he contado.

1.- El hueco que deja un producto, si es demandado por la gente, se cubrirá de forma natural por alguien.

2.- A las empresas en crisis no hay que ayudarlas. A las empresas emergentes no hay que ayudarlas. Las empresas deben surgir, crecer o caer según su desempeño. SI una empresa cae, otra surgirá en su lugar que dará mejor servicio, mejores productos o mejores precios.

3.- Este progreso natural de las empresas hace que el conjunto de la sociedad se beneficie. 

Si bien me da lástima que desaparezcan las marcas que me encantaban en mi juventud, lo lógico es que todo evolucione. Cuando era niño no había Apple, ni Windows, ni Google, ni un montón de cosas que hoy en día nos mejoran la vida. Pregúntense por qué.


domingo, 20 de octubre de 2013

Comienzo una nueva etapa con este blog

Siempre pensé que era conservador, mejor dicho, liberal-conservador. Y durante muchas elecciones voté al PP como justo balance ante el PSOE y sus ingerencias en mi vida. El PP perdió muchas elecciones, ganó otras y volvió a perder. Para entonces ya me fui dando cuenta de que tanto daba que ganara uno u otro porque los impuestos subían, gobernaran los unos o los otros, las libertades se reducían daba igual el color del gobierno y las intervenciones en todos los aspectos de nuestras vidas seguían aumentando. 
Esto me llevó a una conclusión que debía ser evidente pero que yo no vi hasta hace pocos años. El problema no es el partido que gobierna tanto como la idea de base que los inspira, el colectivismo y el sistema político que los perpetúa. Todos los partidos tienen como idea de base controlar todo el dinero, las actividades y hacer ingeniería social en el país. Para ello nos venden constantemente la idea de que nos proporcionan servicios (que no hemos pedido) y que estos servicios son gratis. Lo único que tenemos que hacer es pagar impuestos (pero los servicios son gratis, recuerden) Y todos pican y siguen votando y esperando regalos y chollos que no han demandado a cambio de sus impuestos cada vez más elevados. 
Intentaré ir desgranando las ideas liberales que defienden en este blog y combinarlo con mis propias experiencias. Espero no ser aburrido y sí didáctico. Mantengo los posts que escribí en mi anterior blog y que tienen una temática más adecuada a esta nueva etapa.
Deseadme suerte.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Yo no la voté


Siempre que se habla de cambiar la Constitución  sale algún sesudo analista, periodista o político diciendo que “Los españoles nos dimos esta Constitución democráticamente…”. Veamos.
La Constitución se votó en referéndum el 6 de Diciembre de 1978, o sea, hace 36 años. Eso quiere decir que nadie menor de 54 años a día de hoy pudo votar esa Constitución. Si consideramos una esperanza de vida de 80 años (que ya es decir), según el INE en 1978 había 14.419.694 españoles que a día de hoy podrían seguir con vida y que tenían más de 18 años. Votó el 67’11% del censo, que trasladado a nuestras cifras serían 9.677.056 habitantes. Y los que votaron a favor fueron el 88,54% o sea 8.568.065 votantes.
Es decir, que estadísticamente como mucho 8 millones y medio de habitantes son los que pueden decir que “se han dado una Constitución”. Menos que los votantes de cada uno de los dos partidos mayoritarios. De 42 millones que somos, representan menos del 20% de la población.

En mi caso, que en 1978 tenía 10 años, no me he dado ninguna Constitución, ni he podido votar otra, ni me han consultado ninguna enmienda ni nada de nada. El sistema está hecho de tal manera que como diría Franco, todo queda “atado y bien atado”. Un cambio en los títulos orgánicos de la misma es tarea casi imposible que requiere de dos elecciones a Cortes, mayorías de tres quintos y un referéndum vinculante.
La Constitución se ha quedado obsoleta, es un coladero de corrupciones y el germen de la descomposición nacional. No es representativa como otras de manera que nuestra democracia se asemeja cada vez más a una suerte de democracia orgánica en la que la familia, municipio y sindicato han sido sustituidos por el partido, comunidad autónoma e hipoteca.

Como ejemplo de lo poco democrático de nuestro sistema y de la nula representatividad de nuestro voto, el presidente de la Comunidad de Madrid, la alcaldesa de Madrid y el alcalde de la localidad donde resido no han sido elegidos directamente ni han sido siquiera candidatos a sus puestos en las últimas elecciones sino que el partido les ha puesto ahí. Nadie les ha votado.

La Constitución “que nos hemos dado” no considera la opinión de la gente ni se plantea cambios, ha dejado morir la separación de poderes que en la actualidad es nula y tiene un Tribunal Constitucional de corte político que dobla y fuerza el espíritu de la Carta Magna al antojo del gobierno de turno.
En casi 40 años ¿de verdad creen que nadie se ha planteado cambiar monarquía por república, instaurar listas abiertas, cambiar competencias autonómicas, y mil cosas más? Sí, y cada vez más. Pero el dinosaurio de 1978 sigue reptando por España inmune a todo cambio.

En su momento tal vez hubiera votado la Constitución de 1978, pero hoy en día la desprecio por inútil y decadente. Ya no sirve a su país, ya no están los que la elaboraron ni los que la votaron, ya pasó su tiempo. La decadencia física del Rey va de la mano a la decadencia de la Constitución y el sistema político que tenemos. Vivimos en un franquismo posmoderno disfrazado de democracia que realmente es un teatrillo que hacemos cada pocos años para seguir igual.
Yo no voté esta Constitución y quiero otra muy diferente.


domingo, 25 de noviembre de 2012

Mezquindades


Tenemos que hacernos a la idea o hacer las maletas. Vivimos en un país lleno de mezquinos, pobres gentes,  envidiosos y malas personas. Todos los días me tengo que tragar alguna declaración miserable hecha por tipejos que me ponen enfermo. Les voy a contar los últimos ejemplos que me llevan a escribir este post.

El primero es la donación que realizó Amancio Ortega a Cáritas. Muchos se aprestaron a afearle la conducta probablemente porque la donación se la hizo a quien se la hizo. Otros dijeron que era muy poco (¡20 millones de euros!) porque representaba una fracción diminuta de su fortuna. La cuestión es que un acto bueno en sí mismo, se intenta desacreditar por unos mindundis que probablemente no han hecho un acto de caridad en toda su vida.

El segundo es el rastrillo de Nuevo Futuro que se hace todos los años en Madrid por estas épocas. Se trata de recaudar dinero para esta organización que para el que no lo sepa, se ocupa de mantener casas de acogida para los menores de los que la Administración Pública tiene la tutela. Digamos que sustituyen a los antiguos orfanatos. El tema es que como lo preside la Infanta Pilarde Borbón, y señoras de la alta sociedad van a ayudar a ese rastrillo, los chistes, críticas a “las marquesas” y demás lindezas empiezan a correr por foros y redes sociales.

Lo cierto es que en estos dos casos hay varios elementos comunes; En los dos se hace una buena acción para la sociedad, se mire por donde se mire. Y segundo, estas personas no tienen por qué hacer lo que hacen. Si siguieran en su anonimato, con sus riquezas y sus mansiones, no se haría una buena obra y nadie les criticaría por ello y pese a todo lo hacen.

Por último otro tipo de ruindad es la de no conformarse con nada. Te regalan una cosa y pones a parir al que te la da porque no es de tu talla, o porque hubieses querido algo mejor. No se considera la buena voluntad del que te da algo sino que se desprecia el gesto por no cubrir unas expectativas que el donado no tenía hasta que recibió el regalo.

Este complejo mecanismo de ruindad y mezquindad suele estar cebado por la envidia malsana y sobre todo por una idea muy católica de que yo merezco que me caiga el maná del cielo sin hacer nada para ello. El que tiene mucho nunca es porque se lo ha ganado honradamente y con su esfuerzo sino que la Fortuna le la sonreído a él y no a mí. ¿Por qué no yo? ¿Por qué él sí? ¡Yo lo merezco mucho más!

Así, toda buena obra realizada por cualquiera es vista con escepticismo, con suspicacia y se critica mezquinamente. La caridad y la generosidad se dejan de ver como algo bueno, y se sustituye por lo “solidario” que es como decir que te comprendo muy bien hermano, pero no pienso soltar un duro. Eso sí, me pongo un lazo verde para que veas lo implicado que estoy con tu necesidad. La actitud farisaica de que los otros hagan mientras yo critico y me aprovecho de ello.

Ustedes me perdonarán. Tenía que soltarlo.



miércoles, 10 de octubre de 2012

Va a montar una empresa…


El otro día coincidí con un el hermano de un amigo al que no veía desde hacía varios años. Sabía que había tenido problemas en su empresa pero nada como sus propias palabras para apreciar el pensamiento de muchos emprendedores de este país que se descompone.

Este chico se puso a trabajar digamos hace 15 años en su empresa. Con su creatividad e imaginación logró ganar muy buenos clientes y contratos por lo que prosperó bastante. La empresa daba dinero y el trabajo entraba sin problemas. De esto me iba enterando por su hermano y por él con el que coincidí en casa del primero varias veces. Las cosas iban bien.

Contrató hasta una docena de personas entre los que se contaban incluso amigos suyos a los que acogió en su empresa. Y como el trabajo entraba y los ingresos también, todos eran felices.
Hasta que llegó el 2008 y la crisis que no existía según el papanatas que nos presidía por aquel entonces, empezó a hacer de las suyas. Los clientes empezaron a retirarse, a reducir contratos  y el dinero empezó a ser más escaso. Alguna empleada le salió “rana” y amparándose en las leyes de entonces se pasó cobrando y sin ir a trabajar año y medio. Finalmente obtuvo un despido con indemnización de unos 20.000€

Cuando la crisis se acentuó y los contratos disminuyeron hasta un punto inaguantable hubo que despedir personal. Cada persona que despedía y a la que había que pagar unos 18.000€ de indemnización hundía un poco más la empresa y obligaba a despedir más hasta que tuvo que cerrar. Toda la empresa y el patrimonio que había conseguido se deshicieron y desapareció en manos de otros y él se quedó sin nada. Como castigo por haber dado trabajo a doce personas durante años se quedó sin nada, incluso sin los amigos que había contratado.

Liquidó lo que pudo, y siguió trabajando desde su casa con su mujer. Está logrando rehacerse y ha recuperado algunos clientes. Sobrevivirá.
Me dijo que se sentía como en el punto de partida, empezando de cero pero con tres hijos que mantener y sin la fuerza que da tener veintitantos. Está pensando en volver a instalarse en una pequeña oficina él y su mujer pero al preguntarle si iba a volver a montar la empresa me dijo la frase clave que lo resume todo.

“Va a montar una empresa su puta madre”