viernes, 14 de octubre de 2011

¿Libertad? ¡Qué miedo!

Venía escuchando una tertulia en la que se hablaba de la decisión de Esperanza Aguirre de liberalizar los horarios comerciales en la Comunidad de Madrid. Tres personas (de tendencia derecha- liberal) opinaban que era una buena medida, que podría servir para crear empleo y prestar un servicio a la sociedad. Dos personas (de tendencia izquierdista) opinaban que la libertad de horarios acabaría con la clase media, con el comercio tradicional y a la corta abriría la brecha entre pobres y ricos.
Acompañaba el programa las declaraciones de pequeños comerciantes, compradores, etc.A los consumidores les parecía muy bien y los comerciantes que sacaban se quejaban de que no volverían a ver a sus familias, como si a las minas de sal les enviaran.
Permítanme hablar como antiguo comerciante y como consumidor. Hace años la Sra. Kutusova y yo pusimos una tienda en un centro comecial de la Comunidad de Madrid. El horario era de Lunes a Sábado de 10:00 a 21:00 y unos 16 Domingos de apertura. Una de las primers cosas que notamos es que los Domingos de apertura no se vendía nada. Se vendía el Sábado y los demás días por la tarde. Las mañanas antes de las 12:00 apenas había clientes. Si hubiésemos tenido opción habríamos abierto una hora más tarde y cerrado media más tarde, los Domingos de Diciembre habríamos abierto porque se hacía negocio y algunos días habríamos abierto hasta las doce como antes de Reyes. Pero era obligatorio cumplir el horario. Con la nueva ley yo no hubiese creado ningún puesto adicional de trabajo ni habría abierto 24 horas sino que habría adaptado mi horario a los de mis clientes. Como consumidor prefiero tener más opciones a tener menos y seguiré comprando algunas cosas en las grandes superficies y otras en el pequeño comercio.
Volviendo al programa de radio que les mencionaba, dijeron una frase clave para mí. “Los comerciantes tienen la libertad de abrir cuando quieran pero no la obligación”. Me temo que los comerciantes rancios a los que entrevistaban  no tenían claro la no obligatoriedad de la ley y estaban en la posición de las viejas del pueblo cuando les decían que llegaría el tren hasta allí “Por donde entra lo bueno, entra lo malo. Nos quedamos como estamos”.
Y como suele ocurrir, los socialistas y comunistas se toman cualquier medida de libertad como un ataque y responden repartiendo miedo. Miedo a lo nuevo, miedo a que desaparezca la clase media, miedo a que vivamos peor, miedo sin explicaciones. Si se fijan en la paradoja, son argumentos tremendamente retrógrados y no progresistas.
El liberalismo económico en el que yo creo pone a las cosas en su sitio en muy poco tiempo. No abrirán una librería 24 horas a no ser que tenga clientes. Las tiendas ajustarán sus horarios para mejorar su productividad y sus precios y por tanto será una ventaja para los vendedores y consumidores. Y lo harán en función de sus conocimientos del negocio y no en función de lo que le diga un funcionario que no sabe nada del mismo. Unos comercios se hundirán, otros prosperarán y otros surgirán, es decir, como siempre, pero de manera más eficiente.
No tengan miedo, señores comerciantes. La libertad es buena porque las restricciones son malas. Tendrán que tomar decisiones y tendrán que asumir las consecuencias de las mismas como la gente adulta. En eso consiste la libertad; en tener la posibilidad de equivocarse.



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